miércoles, 22 de febrero de 2017

LUTERO Y MUNDO MODERNO



Es ya un tópico afirmar que Europa/la cultura europea es el resultado de los tres componentes: el nous o pensamiento griego, el ius  o derecho romano, y la crux o religión cristiana: Atenas, Roma y Jerusalem. De los tres elementos, el que más ha sido y sigue siendo objeto de variadas interpretaciones es el de la religión. Y todo, porque, durante muchos siglos, la religión cristiana, además de religión o relación con Dios, era una visión institucionalizada (institutionalized worldview)  sobre todos los órdenes o aspectos de la realidad humana. Eso quiere decir que todo cambio en esa doctrina religiosa conlleva también un posible cambio en la visión de la realidad del mundo.

   El cambio al que aquí queremos referirnos es el provocado en el cristianismo occidental por la Reforma protestante de Lutero (1483-1546), cuyo V Centenario estamos celebrando. Reforma, por cierto, que sólo podrá comprenderse cabalmente teniendo muy en cuenta la “circunstancia”  geográfica e histórica del Reformador.


   Hace algún tiempo la prestigiosa revista “Time” presentó a Lutero, junto a Jesús y a Marx, como los tres hombres más influyentes en la cultura europea. Que Lutero lo fue en el ámbito religioso, nadie lo niega. Pero ¿Lo ha sido también en otros ámbitos de la realidad? En definitiva, ¿Su doctrina religiosa influyó también en la marcha histórica de Europa? Si no lo fue intencionadamente, parece ser que sí lo fue por los efectos o reflejo que sobre el mundo profano o secular tuvo tu pensamiento religioso.

   Para vislumbrar el cambio religioso basta con solo nombrar los principios fundamentales del credo reformado: la justificación por la sola fe ( sola fides),  la sola autoridad normativa de la Biblia (sola Scriptura), el sacerdocio universal de todos los creyentes, y la libertad del cristiano. Al permitir al individuo el contacto directo con Dios, y  prescindir de todo intermediario entre el individuo y Dios ,  socava las bases tradicionales del catolicismo: los sacramentos, las indulgencias, el purgatorio, el sacerdocio, la jerarquía eclesiástica… Al poner a la Biblia como única revelación absoluta con fuerza redentora y salvadora, rechaza toda la tradición

   La emancipación de la jerarquía eclesiástica y  de su magisterio desembocó  en un acusado individualismo/subjetivismo , cuya única luz y fuerza rectora de la que disponía el hombre en el mundo era la razón humana. Para poder ejercerse ese individualismo, era necesario contar con libertad de conciencia, tolerancia  y secularización del pensamiento.

   Parece lógico pensar que los principios teológicos de Lutero tuvieron consecuencias sociales, políticas, culturales y, especialmente, económicas. De hecho, a partir de la doctrina protestante fue surgiendo una nueva Europa con inéditos factores identitarios. Estos nuevos factores, dimanados del protestantismo, fueron modelando un mundo –el norte protestante-  distinto, cuando no enfrentado,  al mundo católico del sur. La evolución de esa nueva configuración de Europa dio, si no origen, sí la definitiva configuración del mundo moderno. De hecho, empezando por Guizot y pasando por Max Weber, no son pocos los relevantes historiadores que sostienen que el mundo moderno es hijo del protestantismo. Hasta bien entrado el siglo XX la idea prevalente era que el progreso, las luces, la civilización es fruto de la Reforma, asociada, naturalmente, a las naciones anglosajonas del norte. “Con los tratados de Westfalia (1648) , acaba de escribir Joseph  Pérez, nace la Europa moderna, compuesta por naciones que ya no comparten la misma fe, sino un ideario común cuyos elementos principales son la secularización del pensamiento, el progreso científico y técnico, la tolerancia y el liberalismo”. No hay que olvidar que los grandes vencedores  de esos tratados fueron los príncipes protestantes. A la larga, el cambio más significativo y relevante, que Lutero jamás llegó a sospechar, es que, con el tiempo, aquella su Reforma/revolución religiosa iba a traer consigo la secularización de la sociedad occidental (Brad S. Gregory). 


A partir del nacimiento del protestantismo empezaron a configurarse dos mundos , si no enfrentados, sí diferentes: el mundo católico, en el sur de Europa, y el mundo protestante, en el norte. Dos mundos, por cierto, que ya venían contraponiéndose desde la antigüedad, en el enfrentamiento final  de los pueblos germánicos del norte con el Imperio/mundo romano del sur, en el siglo V. Si de Roma pudo decirse respecto de Grecia aquello de “Graecia capta ferum victorem cepit” (Horacio), algo parecido podría decirse de este cambio de papeles en el mundo moderno entre el mundo católico (naciones latinas del sur)  y el mundo protestante (pueblos germánicos y anglosajones del norte).

   Coincidencias/ironías de la historia: en el s. V los germánicos y pueblos anglosajones del norte derrotaron políticamente al Imperio romano de los pueblos del sur. En el s. XVI nuevamente el protestantismo de las naciones germánicas del norte derrota religiosamente al catolicismo de los pueblos latinos del sur. Un cambio parecido aconteció en la economía. Mientras el norte pronto floreció en brazos del naciente capitalismo, el sur siguió no poco tiempo demorándose en una economía predominantemente  medieval. En el norte se impuso la ética protestante, en el sur siguió prevaleciendo la moral católica. Las desavenencias hoy existentes en la Comunidad Europea entre las naciones del norte y las del sur –las irónicamente llamadas PIGS-, ¿tendrán alguna relación con los desencuentros/enfrentamientos que estas naciones tuvieron en la Antigüedad? 


   Aunque no hay mucha base para sostenerlo, podría interpretarse como un vestigio del pasado una anécdota de nuestro  momento religioso actual: en el s.XVI fue el Norte (Lutero) quien se separó y enfrentó a la Roma (Papa) católica. Hoy, en cambio,  es la Jerarquía católica del Norte (Cardenal Kasper) quien sale en defensa del pensamiento ortodoxo del católico Sur (Papa Bergoglio).
                                                                


                                                                  Isaías Díez del Río

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