RESIDENCIAS Y COLEGIOS MAYORES
(Publicado en “Cristianismo,
universidad y cultura”, nº 5, 2002, pp. 59-66.)
E
|
ntendemos
aquí por pastoral lo que el sentido común entiende
por evangelización, es decir, el
anuncio de la buena noticia de Jesucristo en el mundo concreto que nos ha tocado vivir y/o ejercer la misión evangelizadora. Una tarea evangelizadora con
garantía de éxito debe desarrollarse teniendo siempre en cuenta estos mínimos puntos de referencia: la situación concreta
del mundo que recibe la buena noticia, lo que
en ese ambiente debe transmitirse de la buena noticia, el modo en que debe presentarse hoy esa buena noticia,
el sujeto receptor de esa buena noticia, el agente evangelizador o transmisor de esa buena noticia, y el lugar apropiado para llevar a cabo la tarea evangelizadora. Un proyecto o programa pastoral -que marca las acciones
concretas para conseguir unos objetivos
evangelizadores concretos—, debe partir/tener
en cuenta, a ser posible, todos esos elementos. El mero enunciado de esta
breve disertación ya nos evoca y
señala de algún modo todos estos
referentes. Aquí sólo abordaremos algunos
de estos factores, porque los otros, por formar el ambiente o circunstancia vital por todos vivida, se dan por todos los lectores conocidos.
Este apunte, es ocioso decirlo, no alcanza la labor pastoral que puede y debe desarrollarse en la Universidad, y
en las Facultades. El punto de mira
de estas reflexiones se circunscribe únicamente al ámbito de las Residencias y
Colegios Mayores universitarios.
La situación de los sujetos receptores de la evangelización nos viene dada por los Informes-Encuesta,
que, aunque no dicen toda la verdad, con todo son los que más se acercan con
objetividad a ella. La juventud es un
colectivo muy diverso y plural. En
realidad, no existe una juventud.
Existen constelaciones de jóvenes. Además,
si en todas las edades existe el cambio, en ninguna sucede con la rapidez con que acontece en la juventud. Y es comprensible. El mundo se acelera y cambia día a día, y quienes primero captan, encarnan y protagonizan las novedades socioculturales son los jóvenes. Ellos
son, por eso, los más sensibles radares y los sismógrafos más fieles del cambio social. Las últimas generaciones han nacido y vivido en la atmósfera de una sociedad postmoderna. Eso quiere decir que nadie vive en mayor plenitud que estos jóvenes los valores de la postmodernidad: consumismo, hedonismo, presentismo y narcisismo.
Esa aceleración del cambio
generacional nos explica que el panorama que nos
describió el Informe de la Fundación Santa María del año 1994,
ya ha experimentado un cambio bastante significativo
con la última generación joven que ha
abierto este milenio. El cambio, por cierto, que refleja el último Informe es todavía más sombrío para la religión y para la Iglesia. Según el Informe "Jóvenes españoles 99",
realizado por la Fundación Santa María, con los resultados de una
encuesta a 3.853 jóvenes españoles de 15 a 24
años, el panorama que nos ofrece por referencia al Informe del 94 es, a
grandes rasgos, como sigue:
Disminuye la práctica religiosa. Sólo doce de cada cien jóvenes de las edades señaladas asisten semanalmente a misa, ocho puntos menos que en el
estudio del año 94. E153% reconoce que no va nunca a la Iglesia.
Baja también la creencia. Dios existe para un 67%
de jóvenes, pero sólo un 13% dice ser católico practicante. De ese 67% que dice creer en Dios, el 60% señala
que "Dios existe y se ha dado a conocer en la
persona de Jesucristo", diez puntos menos
que en el informe de hace cinco años.
Un 42,9% afirma que "lo que
llamamos Dios no es otra cosa que lo que hay de positivo en hombres y mujeres". Afirman "pasar de
Dios, no interesarles el tema", un 24,4%, seis puntos sobre la encuesta anterior, que eran un 18%. "Para mí Dios no existe", recibe
el 22,4% de acuerdos, y la posición
dubitativa que dice que "no sé si Dios existe o no, pero no tengo motivos para creer", sube del 24 al 32 por
ciento. Llama no poco la atención que
hay más jóvenes que creen en la
reencarnación (27%), que en la resurrección de los muertos (26%). Además, hay un 21% de jóvenes que apenas ha tenido relación con la Iglesia Católica. La evolución que ha experimentado la religiosidad juvenil,
puede constatarse en la siguiente tabla:
Autoposición religiosa de los
jóvenes entre
1970 y 1999
1970 1989 1999
Católicos
practicantes 62% 45% 35%
Católicos
no practicantes 18% 29% 32%
No
religiosos (indiferentes, ateos,...)
20% 24% 26%
Fuente:
Juan González-Anleo "Luces y sombras de la juventud actual", en la
Semana de Teología Pastoral, Instituto de
Teología Pastoral de la UPSA, Madrid 2001.
La frecuencia de la asistencia a la eucaristía de los jóvenes practicantes entre 18 y 24 años, esto es, los misalizantes dominicales, puede apreciarse en el siguiente cuadro:
1984 1989 1994 1999
Todas las semanas 20% 21% 17% 12%
Una
vez al mes 10% 10% 9% 9%
Navidad/Semana
Santa 13% 16% 16% 12%
Fuente:
E. Bueno de la Fuente, "España, entre cristianismo
y paganismo". Madrid, San Pablo 2002, p.82.
Hemos consignado el dato de los
misalizantes, por considerarlo un dato
muy relevante en el tema que nos ocupa. Pensamos que, como sostiene J.González-Anleo, "en la misa, para el
católico, se funden los tres mensajes fundamentales
del cristianismo: el de sentido, el de salvación
y el de comunidad moral. Al perder la misa y sus tres mensajes, se pierde, asimismo, la potente sinergia religiosa que de ellos emergía. Perder la misa es perder muchas cosas, no sólo incumplir una obligación".
La religión para muchos de los
jóvenes que se confiesan creyentes no pasa
de ser una religión "light", una "religión a la carta",
en la que Dios es un ser útil y potenciador
del hombre a la manera que lo
predica la New Age. Forman parte del
abultado grupo de creyentes que hoy se
mueven en un "catolicismo por libre", religiosidad muy acorde
con la sensibilidad post-moderna.
La situación descrita empeora
entre la juventud universitaria. Según datos
de una reciente encuesta hecha a los 252.182
universitarios matriculados en las
universidades públicas y privadas de Madrid, se
declaran:
Católicos
practicantes
|
11,6%
|
Católicos
no practicantes
|
42,3 %
|
Indiferentes
|
11,2%
|
No
creyentes/ateos
|
16,7%
|
Otra religión
|
1,8%
|
Fuente:
"Menos 25", 4 de junio de 2001, p.3.
Por lo que respecta a las
actitudes o valoraciones de los jóvenes
actuales, lo que más valoran es la familia,
lo que menos la religión. No llegan al 3%
quienes señalan la Iglesia como un lugar en donde se dicen cosas
interesantes. Es sumamente elocuente el hecho
de que de los que se consideran
católicos practicantes (un 12%), sólo un 2% encuentran en la Iglesia el espacio donde orientarse en cuanto a ideas e interpretaciones
del mundo. De esto se deduce que la Iglesia
ha perdido toda su capacidad de socialización
religiosa.
Como resultado de esa
evolución negativa, se ha abocado hoy a
una auténtica des-eclesialización del mundo joven. "La gran masa
de jóvenes españoles —nos asegura el
profesor Elzo— mantiene con la
Iglesia una situación de divorcio
asimétrico y distante. Frente al manifiesto interés de la Iglesia en establecer nuevos puentes con la juventud o mantener los ya existentes, los jóvenes, en su gran mayoría, o rechazan a la Iglesia o manifiestan una displicente ignorancia
de su existencia, o bien la aceptan más como un espacio acogedor y cálido
que como instancia dadora de sentidos y
manifestación visible de la trascendencia"
(Jóvenes españoles 99, p. 301). Esta
des-eclesialización de la juventud se percibe hasta en la disonancia sobre la concepción misma de la religiosidad, discordancia que lleva al profesor Elzo a afirmar que "La iglesia
católica, para los jóvenes, ya no
es percibida como instancia definidora de lo que supone ser religioso.
No se trata solamente de que no encuentren
en la Iglesia orientación para sus vidas. Es que tampoco les sirve para delimitar el campo de lo religioso" (en Jóvenes españoles 99,
Madrid, Fundación Santa María,
1999, p. 286-89).
La valoración de la Iglesia en
el mundo universitario, a juzgar por los
resultados de la encuesta a los universitarios de
Madrid antes aludida, es muy baja. Al
pedirles que valoraran del uno al diez
veinte instituciones públicas españolas y euro- peas,
a la Iglesia le fue otorgada la última calificación.
En una obra que apareció
recientemente en las librerías, el joven escritor
y periodista, Eduardo Verdú (1974), nos
ofrece el siguiente autorretrato de sus
compañeros de generación: "Para la
actual generación joven sólo existe el presente (el hoy), sin referencias hacia
atrás (el ayer) ni hacia delante (el mañana) (p. 12). Su consigna de vida es "no hay pasado, no hay futuro, disfrutemos, pues, del presente".
Bien entendido que "hoy es
únicamente hoy, no es el día después
de ayer ni la víspera de mañana" (48).
"Despojados de ideales de cara al futuro, ajenos a las glorias del porvenir, vacunados contra los valores antiguos, nos hemos hecho materialistas:
buscamos el bienestar inmediato, tangible, instantáneo e individual"
(42). El "presentismo" nos hace más "individualistas", egoístas
quizá (56). "Lo que de verdad
cuenta es uno mismo" (125). "Somos jóvenes individualistas que no deseamos sacrificarnos por nuestra generación, nuestra patria o por Dios. Sólo creemos en
la única y valiosa vida de que disponemos. TODO
POR NOSOTROS"(142). El relativismo moral, la tolerancia, y la
permisividad de esta juventud sobrepasa
la media europea. "La individualidad
y el egocentrismo de los jóvenes de nuestra generación demanda, por
lógica, un gobierno absoluto de nuestro destino, de nuestro cuerpo y de nuestra
moral. Somos nuestros propios jueces, para
bien o para mal" (172-173).
En una vida dominada por esta perspectiva, "Dios -nos sigue diciendo el mismo autor- es un mito. Murió hace años y hoy sobrevive como Elvis Presley o Marilyn Monroe. Para los jóvenes
de ahora, Dios es como un actor fallecido en un Porsche o un olvidado cantante "sobredoseado" en el baño de su suite (...). Jesucristo ya no tiene nada que ver con nosotros. Somos la primera generación que no cuenta con él (131). Muchos jóvenes creemos en Dios pero ni
siquiera la mitad comulgamos con conceptos primitivos
como la vida después de la muerte, el infierno,
el cielo o el pecado.... Casi la mitad de nosotros piensa que lo que llamamos
Dios no es otra cosa que lo que hay
de positivo en los hombres y las
mujeres (133)" (...). "Pero lo que sucede es que a los jóvenes no nos resulta ni seductora ni convincente la interpretación que la Iglesia traza de Dios. Dios ya no es suyo, la
Iglesia ha perdido los derechos de imagen, hoy Dios se ha liberado, y gracias a ello sigue latente en los jóvenes. Es la Iglesia lo que verdaderamente
ha caducado para nosotros. Cuando a los jóvenes
se nos pregunta en qué instituciones tenemos
más confianza, la Iglesia aparece en último lugar, por debajo incluso
del Parlamento, los sindicatos o las
Fuerzas Armadas.... (133)".
"La religión, en fin, no nos interesa. La religión no cuaja en nosotros
porque no somos un terreno donde
puedan prender sus preceptos. El
catolicismo, como la inmensa mayoría
de los cultos, se asienta en el presente sostenido por dos pilares básicos: el pasado y el futuro... (135)".
Ahora bien, "hoy no hay ayer ni mañana. Hoy es la única parcela a la vista, es una isla de tiempo suspendida en el espacio en el
que naufragan los pilares de la religión. Si nuestra generación no tiene en cuenta el pasado ni el futuro, si somos
una carnada que habita un presente
continuo sin horizontes ni estelas, es imposible que nos contagiemos de
una religión que habla, básicamente, del
pasado y del porvenir. Los jóvenes
nos enganchamos con cualquier corriente
o fenómeno que provea inmediatez, actualidad, rapidez, porque no tenemos
tiempo, porque "ahora",
"aquí" y "ya", son las únicas coordinadas donde se nos encuentra" (136). (Eduardo Verdú, Adultescentes. Ediciones
Temas de Hoy, Madrid 2001).
Este es el colectivo juvenil del que proviene la clientela de las Residencias Universitarias y Colegios
Mayores. Creemos, no obstante, que, en la
clientela de las Residencias y de los Colegios Mayores dirigidos por
Instituciones religiosas, predomina
el colectivo de jóvenes que en la tipología
del Informe de 1994 se consideraba procedente
de "familias armónicas", y en la tipología de 1999 se denominan "Jóvenes Católicos autónomos". Es decir, son, en general, jóvenes que vienen de hogares de padres creyentes y, mayoritariamente, también practicantes. Apoyamos esta hipótesis en el hecho de que los que
normalmente solicitan plaza en estos centros,
suelen manifestar que dan prioridad a la Residencia y al Colegio Mayor regentados por religiosos, porque en
éstos creen encontrar una prolongación del hogar familiar en cuanto a la vivencia de los mismos valores. Con lo dicho volvemos a insistir en que nuestra reflexión
-aunque pueda tener mayor alcance- se limita al ámbito concreto de las Residencias y Colegios Mayores de Instituciones religiosas. Parece obvio
que la única razón de ser, el sentido o no sentido
de estos Centros para estas Instituciones,
es el de servirles un campo específico, a la par que propicio, para llevar a cabo la misión de la inculturación de la
fe o evangelización de la cultura.
Si esto es así, ¿por qué, con
el paso del "HOGAR familiar" a la
"Comunidad colegial" o a la Residencia
suele darse el abandono de la práctica religiosa
en no pocos jóvenes universitarios, incluidos
los que residen en Residencias Universitarias y
Colegios Mayores de Religiosos? Sé que, en una visión amplia y totalizante, no
son pocos ni simples los factores que concurren en la producción de ese fenómeno. Pero, de entre todos, aquí sólo quiero señalar uno, que juzgo de singular significación y relevancia -aunque,
tal vez, no sea el de mayor importancia-,
por ser el primero en intervenir -y, luego, acompañar- en el origen y todo el proceso de ese fenómeno.
Comienza, tal vez, esa
desafección religiosa, porque, al venir los jóvenes a la Universidad y entrar en la Residencia o Colegio Mayor, les falta/pierden la motivación que les movía a practicar, cuando se encontraban viviendo en el hogar familiar. La ausencia de esta motivación se da, además, en un momento en el que el nuevo entorno social del joven va a ser mucho más indiferente e incluso adverso a la creencia y práctica religiosas. ¿Cuál era esa motivación? La instancia (de instar) paterna, junto a su ejemplaridad. El insistir, una y otra vez, al hijo en la
práctica de la religión y el acompañar esa insistencia con el testimonio de su
ejemplo personal.
Aunque en la producción de ese
vacío o carencia en la Residencia o
Colegio Mayor pueden concurrir más de una causa,
que no es el momento ni el lugar de explicitar ni discutir, el hecho en sí me lleva a pensar que el agente evangelizador, -y muy particularmente el encargado
directamente de la pastoral del Colegio o Residencia-, no debe ser un mero
ofertante; no debe tomar la postura pasiva de
dar, si se le pide, sino, todo lo
contrario, debe mantener una actitud
activa/dinámica, que se manifiesta en
adelantarse, en ir al encuentro, en provocar el diálogo con el colegial, en ofrecer sin necesidad de demanda. No debe estar esperando a que los colegiales/residentes vengan al encuentro de él, sino salir él al encuentro de ellos, y ponerse a su lado, como compañero, para interesarles, provocarles, inquietarles, motivarles, impulsarles, involucrarles, enrolarles, comprometerles en la cuestión y experiencia religiosas.
Esto quiere decir que la
capilla es el lugar de la sacramentalización, pero no el lugar
para el ejercicio de la pastoral o evangelización.
Lugares pastorales son todos cuantos
posibiliten y faciliten el encuentro
y diálogo con los colegiales, bien
sean de índole informal, como halls, cafetería...., o bien de carácter formal,
como pueden ser los lugares
dedicados y/o las acciones expresamente
programadas para tal fin, como convivencias, reuniones, charlas,
seminarios, conferencias, etc...
Hay que partir del supuesto o
presupuesto de que el universitario, en
general, se abandona en su dimensión
religiosa, porque, como JOVEN y
UNIVERSITARIO, Dios no es sentido como necesario
y, menos, imprescindible en su vida. Y para el joven lo que no se
siente, no existe. Y, en general, no lo
siente en ninguna de las dimensiones o ámbitos básicos de la personalidad. No le echa de menos:
1.- Ni biológicamente, de
suerte que su ausencia sea sentida como
puede notar, por ejemplo, la carestía o
carencia de la comida, cuando le acucia el
hambre.
2.- Ni psíquicamente, porque
a esa edad los afectos personales y la
autorrealización y búsqueda de la felicidad personal
caminan por otros rumbos y miran hacia otras metas
3.-Ni intelectualmente, pues
su única ocupación y preocupación son los
estudios, para poder ejercer, cuanto antes, una profesión, ganar dinero -a ser posible, cuanto más, mejor-, casarse, etc.
En consecuencia, Dios, por
principio, no es asunto de atención prioritaria para el joven universitario. Si, como antes hemos señalado, Dios, en general, no es asunto que le concierna en absoluto hoy a la juventud, le interesa en menor
grado todavía a la juventud universitaria.
En una situación donde, como decimos, la oferta,
en general, no es sentida ni demandada, -y,
menos todavía, ofrecida y respirada en la atmósfera del contexto social, dentro del cual ya no resulta hoy plausible la creencia—, es necesaria "la voz que no cesa" a través de una
presencia, de un estar al lado, de
un acompañamiento, de un estímulo, de
un diálogo..., para conseguir, al menos, que el joven mantenga la
inquietud y la puerta siempre abierta a la
posible entrada de la oferta religiosa. En la religión, como en tantos
otros asuntos, se cumple también el principio psicológico de que la
"función crea el órgano": la
práctica genera la práctica, así corno la no práctica termina en la indiferencia. Hay que convencer al joven —o apuntalar y reforzar su, casi siempre, frágil convencimiento- de que la dimensión religiosa, aunque no sea una realidad muy sentida ni echada de menos en esta edad y circunstancia, es la dimensión más valiosa de la persona a lo largo de la vida y, por tanto, es conveniente/aconsejable no cerrarse a ella ni dejarla morir. Es decir, hay que procurar lograr que, si el joven —o el joven que- no siente a Dios o no quiere comprometerse con la causa religiosa, al menos perciba esa Realidad
como algo necesario o, al menos,
interesante/importante para su vida
personal en y para lo que realmente
importa en la vida. Porque suele constatarse
que, con el paso del tiempo, cuando la
vida del joven ya ha quedado estabilizada en y por la profesión y el matrimonio, suele darse un retorno hacia la
práctica religiosa. Pero, el éxito de
este retorno sólo suele acontecer, cuando la experiencia religiosa y el
trato/contacto con el líder religioso,
habidos en la edad joven, han sido positivos,
porque ello hace que el rescoldo de
Dios no haya sido apagado del todo en la interioridad de la persona.
Aparte la acción motivadora, a
través del encuentro, el diálogo y el
estímulo, el universitario necesita que,
a la hora de ofertarle la religión, la oferta sea
atrayente y acorde con las necesidades de su
edad y circunstancia. Es decir, pide, consciente
o inconscientemente, que la religión le dé adecuada
respuesta a la problemática o
interrogantes que, a su edad y en su circunstancia, en cada momento concreto le presenta
la vida. Esto implica que las plasmaciones en que se concreta la oferta religiosa, deben concernirle e interpelarle real y personalmente. Para
que así sea, se precisan:
* celebraciones
litúrgicas atrayentes/participativas/ juveniles;
* prédicas en las
eucaristías con contenido actual e
interpelante/impactante, y presentado
con metodología apropiada. No hay que
olvidar que las actuales generaciones son
"generaciones icónicas", que sólo saben leer y oír el discurso
directo y concreto;
* charlas/seminarios/mesas—redondas
de carácter informativo, formativo y testimonial
—ejemplos vivientes de vida cristiana—, sobre
cuestiones/contenidos ético-religiosos de
actualidad y que le conciernan, procurando
ofrecer de los hechos y problemas que
en esos momentos se abordan unas interpretaciones
religiosomorales acordes con la hora
actual. El ideal sería que esos contenidos fuesen ofrecidos por personas creíbles, es decir, por personas que encarnan en su propia vida lo que dicen;
* formación
de "grupos de jóvenes—fermento",
que, en el roce y trato con sus compañeros/as, les atraigan, muevan e incorporen a la adherencia y vivencia religiosas. Pienso que los principales y más eficientes agentes de pastoral entre los jóvenes son y deben ser otros jóvenes cristianos comprometidos, a los que, lógicamente, hay que formar, sostener y animar, para lanzar a la evangelización de sus compañeros;
* creación, promoción, acompañamiento y seguimiento de grupos de oración y reflexión
cristiana;
* implicación
del mayor número posible de colegiales/residentes
en la participación y preparación de las
funciones y reflexiones /sermones
litúrgicas;
* acogida,
promoción, y creación de grupos de Voluntariado, ONGS, etc... que, con su ejemplo, testimonien a los demás el ejercicio real de la solidaridad/caridad, verificando
así, en la experiencia, la validez del discurso cristiano.
En la formación de
"grupos" hay que contar con el fenómeno sociológico actual de la propensión del joven posmoderno —y todos nuestros jóvenes viven la atmósfera de la sensibilidad posmoderna—, a priorizar lo "emocional" y
"experiencial" sobre lo
"doctrinal e intelectual". Para las generaciones jóvenes sólo existe y vale lo que se siente y es
fruto de la experiencia. Lo que les lleva a
integrarse preferentemente en "grupos cálidos",
aquellos que ofrecen acogida y calor de hogar, por encima de los que
ofrecen indoctrinación. El joven universitario,
con mayor motivo que cualquier otro
"hombre contemporáneo, cree más
a los testigos que a los maestros;
cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los
hechos que en la teoría" (Redemptoris
Missio, 42). En definitiva, procurar
crear comunidades vivas y acogedoras, espacios
de fe compartida y celebrada que ayuden a hacer atrayente la opción cristiana.
Por supuesto que, en el tema que nos ocupa, el problema lo centra el personaje principal a quien va
dirigida la oferta. Todo: el qué, el cómo,
el dónde, el cuándo, de la oferta, debe estar pensado teniendo como
punto de referencia al sujeto receptor o
cliente de la oferta. Y, al decir el
cliente de la oferta, me refiero al joven y su circunstancia.
Si tenemos en cuenta que el quién o ejecutor de la oferta religiosa, con todas sus circunstancias, es el agente
pastoral, merece la pena diseñar el
perfil del agente que ha de llevar a cabo esa empresa. A fin de cuentas, el "quién" y el "a quién"
son los dos polos en relación, los protagonistas
básicos del encuentro entre el yo-mensajero
y el tú-receptor o destinatario del mensaje. ¿Cuáles son los rasgos que deben definir al agente de
pastoral universitaria y, por ende, de una
Residencia o Colegio Mayor? Entre otros:
* estar intelectualmente bien
preparado; a ser posible, con estudios de rango universitario para transmitir una fe razonable, es decir, acorde con los tiempos y la mentalidad de los destinatarios;
* estar actualizado en -y, si es posible, sentir— las sensibilidades
culturales del momento universitario, para hablar desde la fe a un mundo real;
* conocer y empatizar con la problemática de esta juventud y de la propia Universidad;
* ser persona activa y dinámica, en el sentido antes descrito de estar constantemente moviendo, instando, impulsando, promoviendo..., y de fácil relación/intercomunicación con los universitarios;
* tener una estimación positiva, es decir, ser optimista
y motivador de las conductas de los otros;
* tener vocación de servicio, siendo una persona profundamente humana, es decir, acogedora, humilde, singularmente dialogante y comprensiva, y siempre dispuesta a responder a la llamada del
joven:
* tener conciencia -y obrar en
consecuencia- de no poseer la verdad ni de
encarnar la norma moral- al estilo del
dogmático y fundamentalista, que se cree y siente perfecto y
sabedor de todo, incluida la voluntad de
Dios-, lo que no le exime de ser ejemplar;
* ser joven físicamente, para
poder encarnar algunas de estas
virtudes/cualidades y, así, poder
"empatizar" y "simpatizar" mejor con la sensibilidad del joven; y, si gozar de juventud física no le es posible, ser, al menos, joven psíquica y mentalmente, acoger incondicionalmente a los jóvenes, estando siempre dispuesto a "perder el tiempo" con ellos:
* procurar, por
todos los medios a su alcance, lograr el mayor
número posible de encuentros y diálogo
personal con cada colegial/residente;
* ser una persona creíble, es decir, un testigo y testimonio fehaciente
de la fe que profesa e intenta transmitir;
* no ser presa fácil
del desaliento en su misión;
* querer a los jóvenes, a pesar
de todo.
Por supuesto, que sería loable
que también compartieran estos rasgos todos los miembros del equipo directivo
de la Residencia o Colegio Mayor. Pero, como esta situación –por muchos
motivos- no es objetivo de fácil consecución, no parece mucho pedir que, al
menos, los posea el agente principal de las pastoral de la Residencia o
Colegio. Porque, volvemos a insistir en que no es tarea fácil la misión
evangelizadora en el ambiente universitario. Si siempre es dificultosa e
incierta la fructificación de la siembra de la Buena Nueva en cualquier
circunstancia y escenario social, más todavía lo es en este ámbito concreto de
la Universidad. Sí es cierto, sin embargo, que quien no siembra no cosecha. Es
preciso, por eso, sembrar. Y, para sembrar con ciertas garantías de éxito en la
recolección, hay que realizar la siembra teniendo en cuenta todos los factores
o reglas de juego que intervienen y más
favorecen la buena germinación y fructificación de la semilla. Entre los
factores a tener en cuenta, están los que aquí han sido señalados.
Y, de cualquier forma y en
cualquier caso, en esto, como en todo, tampoco hay que olvidar que una cosa es
el ideal soñado, y otra la realidad posible. Un cosa es el perfil ideal, y otra
su encarnación en la vida real. El ideal, con todo, señala una meta u horizonte
hacia el que es preciso siempre mirar y dirigir nuestros pasos y esfuerzos.
Pues, como alguien diría, si no fuese por el empuje y el tirón de la utopía, el
hombre seguiría llevando todavía una vida cavernícola
Isaías Diez del Río