miércoles, 10 de marzo de 2021

RELIGIÓN E IDEOLOGÍA

 Al hablar de la relación de la religión, en este caso concreto cristiana, con las ideologías, hay que tener siempre en cuenta que, aparte de lo que el hecho religioso "es en sí" (what religión is), la religión tiene una "función" psicosocial (what religión does) muy similar a la función que puede desempeñar un sistema ideológico o cultural. Esta común funcionalidad  social, precisamente, es la causa que ha generado la frecuente confusión entre religión e ideología, y ha creado graves y dolorosas situaciones sociales, guerras incluidas.



Precisamente, por esta compartida función psicosocial, tanto  la religión como  los sistemas conceptuales/culturales e ideologías totalizantes podrían correctamente   definirse como "el intento por parte del hombre de dar de sí mismo y de su entorno, de su situación en el mundo (su Dassein, por em­plear el término heideggeriano), una interpretación significativa, es decir, no absurda, sino cargada de sentido y de significación”  (ESTRUCH). Una ideología, como una religión, conlleva “una imagen cognitiva y moral inteligible del universo, dentro del cual encuentra sentido la situación humana (SHILS). Es decir, tanto la religión como la ideología son cosmovisiones, que confieren sentido a la realidad y a la vida. Y lo que aquí se dice de la ideología, se dice también de los llamados “culturalismos”: esa tendencia de las concepciones o cosmovisiones culturales a convertirse en culto, degenerando en religión. La ideología es como una forma secularizada de la religión. La diferencia  entre una y otra está en que la respuesta de la ideología se fundamenta solo en la razón, la de la religión, en cambio, dimana y se apoya en la fe o revelación. 



Aunque entre fe cristiana (what religión is) e ideología humana hay diferencias sustanciales, aquí vamos a fijarnos solo en sus semejanzas (what religión does) y, por ello, sus posibles interferencias. Porque la relación que existe entre ideología y religión es, por muchas razones, inevitable. Tal vez la raíz habría que buscarla en la imperiosa necesidad que tiene la fe cristiana de proyectarse  e insertarse en formas cívicas y culturales, para poder expresarse, comunicarse y celebrarse. La fe, por otra parte, concierne e interpela al hombre creyente en el fondo de su ser, hasta el punto de configurarle una-específica-manera-de-ser. Esta manera de ser, necesariamente se trasluce o proyecta en una-particular-manera-de-actuar en el mundo, que por necesidad, en un creyente comprometido, ha de reflejarse en las propias convicciones últimas sobre la naturaleza, el origen y el fin del hombre y de la sociedad. 



Cuando un colectivo creyente pretende, mediante la acción política, im­poner en la sociedad en que vive un orden profano configurado  en base y conformidad con los principios emanados de su creencia, suele decirse que ese colectivo religioso está actuando de manera ideológica. También suele afirmarse que la religión actúa como ideología, cuando se identifica y, por tanto, justifica y legitima una determinada situación social, económica, po­lítica, cultural, científica..., que, como creaciones humanas que son, no pue­den nunca reivindicar una validez permanente y absoluta, como son los postulados esenciales de la fe.

Ha habido, ciertamente, circunstancias históricas en las que la religión ha actuado, en buena medida, de una y otra manera. Pero, ni de estos excepcio­nales casos, ni de ningún otro que pudiera acontecer, puede concluirse que la religión -cuya esencia y ámbito de realidad son radicalmente diferentes- es "en sí" una ideología. Aunque la creencia haya funcionado y funcione muchas veces de manera ideológica -sirviendo a intereses sea de domina­ción sea de liberación-, no todo en ella queda explicado por su funciona­miento ideológico (FIERRO). No queda, ni puede quedar expli­cado, porque "el cristianismo no es una ideología: ni inmanente, ni transmanente, ni trascendente" (RAHNER). 



Lo que realmente ha sucedido y puede seguir aconteciendo, cuando se habla, por ejemplo, de ideologías cristianas, es que, en determinadas cir­cunstancias, creencia e ideología pueden estar entre sí muy involucradas, bien porque las creencias religiosas entran a formar parte del entramado conceptual de una ideología, bien porque un elemento ideológico -surgido de la creencia religiosa- se impone preponderantemente sobre el resto de los elementos cognitivos y éticos de una determinada ideología. Pero, en cual­quier caso, "la creencia y la doctrina religiosa no constituyen nunca en rigor una ideología, sino sólo un elemento de la ideología, que comporta asimis­mo ingredientes no religiosos. Mejor que de ideologías religiosas habría que hablar de componentes religiosos de las ideologías" (fierro).

No puede negarse que por confundirse la esencia de la fe cristiana con las objeti­vaciones categoriales que la encubren, el cristianismo con relativa frecuen­cia ha actuado y, por ello, con no menor frecuencia, ha sido falsamente in­terpretado, como una de tantas ideologías. Pero la esencia de la fe cristiana, que radica en la "trascendentalidad" y la "gracia" o, si se prefiere, en la "gracia de la trascendentalidad", supera siempre y difiere sustancialmente de toda ideología, así como de todo sistema y concepción del mundo, por omnicomprensivos y liberadores que éstos sean. 



 Toda ideología, así como todo sistema y visión totalizantes del mundo, no dejan de ser nunca producciones humanas e intramundanas. La realidad, en cambio, de la fe cristiana tiene, como único principio y fin, a un Dios personal que, a pesar de amar incondicionalmente al hombre, es absolutamente trascendente. Y, como tal, su realidad no tiene nada que ver con las realidades de este mundo.

                                                                  
                                  Isaías Díez del Río