En anterior artículo decíamos que la Iglesia, al igual que las
Instituciones religiosas, si querían mantener vigente y viva su
plausibilidad social, tenían que “aggionarse” a la cultura de
nuestro tiempo. En nuestro caso concreto sosteníamos,apoyados en otros muchos autores, que para sobrevivir o asegurar el futuro del catolicismo en Occidente debería “traducirse la doctrina de la fe al lenguaje de la modernidad”, que es el que hoy priva en esta sociedad.
La razón parece evidente: el actual paradigma cultural de la modernidad no se parece en nada a los paradigmas culturales de épocas pasadas en los que fueron formulados los artículos de la fe. Y lo normal, para que haya asentimientos personales, es que haya sintonía entre ambos paradigmas: el de la fe y el del pensamiento.Instituciones religiosas, si querían mantener vigente y viva su
plausibilidad social, tenían que “aggionarse” a la cultura de
nuestro tiempo. En nuestro caso concreto sosteníamos,apoyados en otros muchos autores, que para sobrevivir o asegurar el futuro del catolicismo en Occidente debería “traducirse la doctrina de la fe al lenguaje de la modernidad”, que es el que hoy priva en esta sociedad.
El retraso en llevar a cabo esa tarea está trayendo consigo o, al menos, contribuyendo, en no pequeña medida, al desmoronamiento de la creencia católica y a la aguda crisis de
las Instituciones religiosas en el mundo occidental. Y entre los
interrogantes que la situación provoca el más corriente es: si esto sigue así, ¿cuál será el final de la religión católica y el de
sus tradicionales Instituciones en Occidente?
¿Será, acaso, el que nos describe en la siguiente carta de 1969 el que fue Papa Benedicto XVI?
“La Iglesia del mañana se hará pequeña, y en gran medida
tendrá que comenzar desde el principio. Ya no podrá llenar
muchos de los edificios construidos en tiempos de esplendor.
Junto con el número de fieles perderá muchos de sus privilegios
en la sociedad. Se presentará sobretodo como una comunidad
a la cual se ingresa sólo por la decisión voluntaria. Como
comunidad pequeña exigirá mucho más la iniciativa de sus
miembros. Seguramente adoptará nuevas formas en su
ministerio y ordenará sacerdotes a cristianos probados
profesionalmente… Será una Iglesia de una espiritualidad más
profunda… Pero de esta Iglesia más espiritual y sencilla brotará una gran fuerza. Porque los hombres de un mundo
completamente planificado padecerán de un soledad indecible.
Cuando Dios desaparezca de sus vidas experimentarán su total
y terrible pobreza. Así pues descubrirán la pequeña comunidad
de creyentes como algo completamente nuevo, como una
esperanza, como una respuesta que en lo oculto siempre
estaban buscando”.
tendrá que comenzar desde el principio. Ya no podrá llenar
muchos de los edificios construidos en tiempos de esplendor.
Junto con el número de fieles perderá muchos de sus privilegios
en la sociedad. Se presentará sobretodo como una comunidad
a la cual se ingresa sólo por la decisión voluntaria. Como
comunidad pequeña exigirá mucho más la iniciativa de sus
miembros. Seguramente adoptará nuevas formas en su
ministerio y ordenará sacerdotes a cristianos probados
profesionalmente… Será una Iglesia de una espiritualidad más
profunda… Pero de esta Iglesia más espiritual y sencilla brotará una gran fuerza. Porque los hombres de un mundo
completamente planificado padecerán de un soledad indecible.
Cuando Dios desaparezca de sus vidas experimentarán su total
y terrible pobreza. Así pues descubrirán la pequeña comunidad
de creyentes como algo completamente nuevo, como una
esperanza, como una respuesta que en lo oculto siempre
estaban buscando”.
Prof. Joseph Ratzinger,1969
Ese posible futuro de la fe que aquí pronostica Ratzinger ¿no
será, fundamentalmente, el resultado de la hipótesis que hemos formulado en nuestra precedente introducción, es decir, la actual falta de sintonía entre fe y cultura?
Aunque la fe cristiana –llámese Iglesia- siempre prevalecerá
(Mat, 16:18), para evitar que llegue ese hipotético, lejano y, tal
vez, solo imaginario futuro irrelevante de la fe , ¿cuál deberá
ser, en general, el futuro inmediato de la religión? Según los
analistas más avizores y acreditados del fenómeno religioso lo
menos que puede pedirse es que en el futuro inmediato “lo
religioso”, sin olvidar nunca su dimensión mística, deberá
presentarse investido de una mayor racionalidad científica y
una mayor razonabilidad filosófica, porque las razones de siglos anteriores, aunque pudieran seguir siendo válidas y necesarias, hay que esperar que no sean ya suficientes (P. Rubal). En definitiva sintonizar el paradigma de la creencia con el paradigma cultural de la modernidad. Lo cual no impedirá que el futuro de la religión vaya a estar marcado por la pluralidad y la heterogeneidad de la nueva religiosidad.
Isaías Díez del Río