miércoles, 24 de abril de 2019

POSMODERNIDAD Y NUEVA RELIGIOSIDAD


No pocos de los analistas de la situación religiosa actual comienzan su análisis con la constatación de la fuerte secularización de la sociedad occidental. No es infrecuente leer  que tenemos que aceptar que hoy en Occidente se vive en una sociedad culturalmente poscristiana. Naturalmente para avalar su afirmación suelen recurrir a las estadísticas, que, por desgracia, les dan la razón.  Por consignar unos datos de Europa, según el último estudio del Pew Research Center, el 30% de los españoles se declara ateo o agnóstico, por detrás de Holanda (48%), Noruega (43%), Suecia (42%), Belgica (38%),Dinamarca (30%) .
No todas las personas que no se adhieren o que se desligan de una religión institucionalizada carecen de creencias religiosas. Son precisamente estas novedosas expresiones religiosas, a las que se adhieren no pocos de los que abandonan o renuncian a las creencias tradicionales,  las referentes de estas líneas. Es el fenómeno que hoy se conoce con la denominación genérica de “nueva religiosidad”.


La “nueva religiosidad” –a menudo también definida como “nueva espiritualidad”-  es un melting pot, un totum revolutum, un “mosaico” de creencias y de prácticas, en el que se encuentran mezclados elementos culturales, religiosos y antropológicos, provenientes de muchas y muy distintas tradiciones culturales y religiosas, cuya común convergencia es exhibir todos un carácter de alternativa al “establishment” religioso tradicional. Los fenómenos religiosos de la “Nueva Religiosidad”, encuadrados en la conocida New Age, presentan fuertes rasgos de religiosidad pagana y oriental, y se parecen muy poco a la religión cristiana tradicional. Alguien ha definido este nuevo paradigma religioso como un fenómeno “psico-místico-paracientífico-espiritual-terapéutico”          (Th.Roszak).  Este sincretismo religioso, por alguien calificado “religiosidad difusa” (J.M.Mardones), coincide, sin embargo, con la religión tradicional en que trata de restituir un sentido a la vida  y en que, para sus seguidores, hace las funciones de religión.
Esta nueva  religiosidad , según Introvigne, sería la última etapa a que ha llegado el proceso degenerativo de la religión en Occidente, es decir, la fase que el autor formula  como: “lo sagrado sí, religión no”. En esta “religión sin religión” lo sagrado no estaría fuera, más allá y por encima de lo humano, sino en el mismo ser humano. En la evolución del fenómeno religioso en Occidente  viene haciéndose realidad el  vaticinio de G.K.Chesterton: “el peligro de no creer en nada es acabar creyendo en cualquier cosa”.


Esta espiritualidad posmoderna es una espiritualidad emocional sin el  Dios de las religiones tradicionales. Como la describe un autor , “la religiosidad posmoderna privilegia la experiencia antes que la doctrina, los itinerarios personales antes que las grandes tradiciones, las vivencia espirituales antes que los contenidos doctrinales. Y el creyente de hoy es un buscador, un peregrino que quiere decidir cómo, cuándo y a quién creer”(M.Pastorino). En realidad es una religiosidad multiforme, sin nombre ni rostro.


Dicen los entendidos que hay dos distintas perspectivas o formas diferentes de mirar y ver el mundo: el modo masculino y el modo femenino. La mirada masculina viene definida por la fuerza, la violencia, la dominación, el poder y, en último término, la racionalidad. La manera de ver el mundo femenina, en cambio, denota debilidad, ternura, paz, servicio…Por eso el espíritu moderno es eminentemente “masculino”; el  espíritu, en cambio de la posmodernidad es predominantemente “femenino”. En la nueva sensibilidad posmoderna prevalece evidentemente la visión femenina del mundo, es decir, una visión donde la “intuición”, la “emoción” y la “sensibilidad” predominan sobre o, por lo menos, tanto como la racionalidad. De ahí la actualidad hoy de la “posverdad”.


Según los datos del año 2010 de Research Religion and Public Life Proyect, los “creyentes sin religión” en Europa son un 18%, en Asia, 21%, y en América Latina un 8%. En el mundo ascienden al 16,4%. Hoy estos porcentajes se han incrementado significativamente.
 Esta específica sensibilidad cultural no deja de proyectarse, de algún modo y en cierta medida, en las manifestaciones de la religiosidad tradicional. A diferencia de la religión oficial, por ejemplo, la religión popular no deja de tener rasgos parecidos a los de la nueva religiosidad. Según un autor, la religión popular “es una religión ligada al cuerpo, a la danza, a la música, a la comida, a la sexualidad, es comunitaria  y cósmica, con una fuerte impregnación ecológica y una decisiva participación de la mujer” (Pablo Richard). Es una religión eminentemente emocional. No es por eso infrecuente el paso de elementos de una religión a otra.


Respondiendo también a esta nueva sensibilidad  cultural posmoderna, en el ámbito de la moral católica pueden señalarse las que Carlos Arboleda Mora ha calificado como características de la moral renovada:
-   Una moral del indicativo antes que del imperativo
-   Una moral de la persona antes que de la  ley
-   Una moral del espíritu antes que de una moral juridicista (moral de convicción)
-   Una moral de contexto antes que una moral del objeto en sí
-   Una moral de la perfección antes que de una moral estática e intemporal
-   Una moral de motivación más que una moral de coacción
-   Una moral de actitudes y no de actos
-   Una moral de diálogo y no de imposición


Consciente sabedor de esta nueva sensibilidad posmoderna, no es tampoco extraño que el Papa Francisco en sus alocuciones priorice siempre la fe, el amor y la misericordia por encima de las enseñanzas, la doctrina y la moral. No faltan, por eso, quienes le califican ideológicamente como “populista”.

                                                                   Isaías Díez del Río