La identidad
suele definirse como el conjunto de los rasgos propios de una persona, de una
cosa o de una comunidad. Estos rasgos caracterizan al sujeto, al objeto, o a la
colectividad frente a los demás y a lo demás.
Cualquier impedimento o dificultad al despliegue de la
identidad personal o de una comunidad identitaria, suele provocar el descontento
y la posible aparición en la sociedad de la rebelión personal o colectiva a
través de la reafirmación y defensa de la diferencia. No faltan, por eso,
reconocidos analistas de la violencia en el mundo actual, que sostienen que “la
paz, la armonía y la justicia están, inextricablemente, relacionadas con el
enfoque que la humanidad adopte para resolver la cuestión de las identidades” (F.Wilfred).
Aunque la globalización es un fenómeno económico, político,
cultural y social, su mayor enemigo es el fenómeno cultural de la globalización,
más conocido como mundialización de la cultura. La globalización, en el ámbito
de la cultura, se caracteriza por el proceso que interrelaciona y trata de
fusionar las distintas sociedades y culturas locales en una cultura y sociedad
o aldea global (network society). La
globalización tiende a uniformar, a reducirlo todo a lo mismo, a “la expulsión de lo distinto” (Byung-Chul
Han), provocando así la erosión y la pérdida de lo diferente, de lo identitario.
Su impacto o repercusión sobre la originalidad identitaria, en beneficio de la
homogeneidad o igualdad cultural es enorme, y fácilmente constatable. Su
horizonte es la multiculturalidad del melting
pot.
A nivel social, el proceso uniformador de la globalización
está provocando en la actualidad el renacer y la proliferación de los
nacionalismos y los movimientos populistas e identitarios. En España tenemos el
caso reciente de Cataluña.
La identidad está en estrecha relación con el nacionalismo:
esa tendencia de las comunidades nacionales a la reafirmación de la propia
personalidad identitaria mediante la autodeterminación política. Entre los
diferentes significados con que el término es definido por la RAE, entendemos
aquí por nacionalismo “el afecto y
sentido de pertenencia de los oriundos de una determinada nación respecto a
ella”.
El
nacionalismo, a su vez, suele estar estrechamente ligado al populismo, por
aquello de que siempre se está ligado al lugar donde uno nace. No en vano el
término nacionalismo, está formado del latin “nasci” que significa “nacer”
y el sufijo “–ismo” que equivale a “sistema, teoría, doctrina o tendencia”.
En este caso sería la tendencia a primar en la estimación personal aquello
donde uno nace, es decir, los sueños y esperanzas del pueblo.
Si bien el término populismo es muy ambiguo, impreciso y
complejo, siempre hace referencia a todo aquello – sistema, teoría o doctrina-
que resulta atractivo para el pueblo. Y los objetivos y metas del pueblo van
siempre dirigidos hacia todo aquello que afecta a los intereses y aspiraciones
de la comunidad donde los individuos nacen y de la que forman parte. De hecho,
hoy se habla de populismo como alternativa de todo. Con no pequeña exageración,
rayana en la equivocación, un ilustre escritor, formado en el mismo entorno que
el papa Francisco, llega a afirmar que “el
Papa es el líder del populismo mundial” (J.J.Sebreli).
No ajenas, sino más bien asociadas, a este clima cultural y
políticosocial de la globalización, están la intransigencia cultural de los
fundamentalismos y la hoy invasiva posverdad, es decir, la definición y
aceptación de la verdad de un acontecimiento o realidad por la emoción o el
sentimiento que suscitan, más que por la racionalidad o verdad que comportan.
Pese
a que en el fenómeno, seguidamente a mencionar, intervengan también otros específicos
factores, la globalización en este momento está afectando incluso a las Instituciones
Religiosas, cuya tendencia actual, en lugar de intentar reforzar cada cual la
propia y tradicional identidad –llamada carisma-,
busca salvar y fortalecer la institución compartiendo la unión en la uniformidad identitaria con otras instituciones.
Es más, hasta las mismas Confesiones Religiosas están
buscando en la actualidad el acercamiento y la posible unión entre ellas,
fundamentándose, para este encuentro, en los elementos esenciales que todas comparten
y los beneficios político-sociales que la buena relación entre ellas conlleva. No perder de vista, por ejemplo, las actuales
relaciones de cercanía entre Catolicismo y Luteranismo. ¿Pretenden con esto, instituciones
y confesiones, ofertar a la sociedad la religión en su pureza más simple y
original, liberándola de las tradicionales diferencias históricas, que las distinguen,
separan y erosionan, para así lograr atraer adeptos y hacer más placentera la
práctica y la vivencia de la religión?
Nada en el ámbito de la
religión responde mejor al concepto de globalización que el fenómeno de los “creyentes sin religión”, o “religión sin Dios”. Se mueven en este
campo quienes desechan las religiones históricas, pero no dejan de sentir la
pulsión por un sentido espiritual en su vida. La razón de esta preferencia se
explica porque, como dice un autor, “la
religiosidad postmoderna privilegia la experiencia antes que la doctrina, los
itinerarios personales antes que las grandes tradiciones, las vivencias
espirituales antes que los contenidos doctrinales” (M. Pastorino). Lo religioso después de la religión (Ferry-Gauchet), es una espiritualidad laica, humanista y
sin Dios.
Esta tendencia actual entre las religiones al diálogo y a la unión, no hay que desligarla de su beneficiosa proyección en el ámbito político. Sobre la influencia de las buenas relaciones entre las religiones en el plano político, nunca deberá minusvalorarse el conocido pensamiento de Hans Küng: "No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones, y no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones".
En otro
sentido, también están contribuyendo en la actualidad a la globalización u
homogeneización de la humanidad los Derechos
Humanos, por ser, precisamente, derechos inherentes a todos los seres
humanos. Aunque en el plano doctrinal, tanto éstos como los Derechos Civiles no siempre estén
acordes con los principios éticoreligiosos de algunas religiones y sociedades,
desde que se promulgaron por vez primera (1948), no dejan de estar
constantemente ampliando su campo de aplicación, afectando, por lo mismo, cada
día a mayor número de sociedades, religiones y personas.
Sobra decir que solo es posible el fenómeno de la globalización, gracias a los actuales Medios de comunicación. La relación entre globalización y comunicación es tan estrecha y larga que, como alguien ha escrito, gracias a los medios de comunicación, avanza rápidamente la globalización, y gracias a la globalización los medios están mundialmente presentes y conocidos.
Isaías
Díez del Río