Aunque no nos demos cuenta, las emociones juegan un papel muy
importante en el día a día de nuestra vida. Gran parte de nuestras decisiones emanan
influenciadas, en mayor o menor grado, por las emociones. No deja, por eso, de
ser importante saber a qué inteligencia son debidas o atribuibles la mayoría de
nuestras opciones vitales/personales.
Una de las opciones humanas más
comprometidas y trascendentales de la vida es, sin duda alguna, la opción
religiosa. ¿En qué lugar o facultad de nuestra persona hay que ubicar esta
opción?
Decíamos en anterior artículo que por
“posverdad” se entiende la
predominancia que en los comportamientos y las decisiones humanas tienen las
emociones y las creencias o deseos personales sobre los hechos objetivos y las verdades
racionales.
Allí decíamos que, en las opciones
religiosas, incluidas las católicas, predominaba la emoción sobre la razón.
Bien entendido que decir predominar no es lo mismo que excluir, pues en la doctrina
católica también en esa opción se admite la razón, para hacer –como pedía el
apóstol Pedro (1.Pedro,1-7)- razonable
la fe. Pues bien, frente a esta racionabilidad católica de la creencia, se
enfrenta la irracionalidad luterana de la fe. Frente a una posverdad católica
razonable y mesurada, una posverdad luterana irracional y radical.
Si la religiosidad católica –como
toda experiencia religiosa- se enmarca y mueve predominantemente en la
posverdad , es decir, fuera y al margen de la razón, -aunque no fuera o al
margen de la racionalidad-, la posverdad
luterana la sobrepasa, sustentándose en la más estricta y pura irracionalidad. Su
original doctrina de la justificación por la fe (sola fides) conlleva la exclusión de la religión de todo lo
relacionado con la razón. Este radical irracionalismo religioso lleva a Lutero
a ubicar/radicar la fe “en el corazón”, y a calificar de “prostituta” y “puta del diablo” a la
razón. Tanto llegó a subrayar Lutero la dimensión volitiva del acto de fe,
contra su dimensión intelectiva, que con su doctrina vino a actualizar y a
reafirmar el viejo principio de Tertuliano del “credo quia absurdum: creo porque es absurdo/irracional”.
A juicio de los
expertos, entre las distintas ópticas de mirar y de comprender la realidad, hoy distinguimos/contamos
con tres diferentes clases de inteligencia: la racional, la emocional, y
la espiritual. Por lo que venimos
diciendo, en la doctrina de la justificación de Lutero queda excluida la
inteligencia racional; en ella solo tienen cabida las inteligencias emocional y
espiritual. ¿Qué es, en último término, la fe luterana sino el abrazo
emocionado y el reposo confiado del creyente en el regazo amoroso de Dios
misericordioso?
El fin de todas las religiones es la
salvación. Pero, así como en el catolicismo y otras religiones solo salva la fe
o creencia con obras, para la salvación luterana solo es necesario la creencia
(sola fides), el estar seguro de la
propia salvación.
Pero, ¿cómo puedo conocer que creo?
Según la doctrina de Lutero, la seguridad no me vendrá por la razón, sino
mediante el sentimiento religioso, por el que siento que Dios me ama. Lutero
erige a la propia subjetividad en la clave para interpretar toda la realidad,
de la que no excluye, antes bien prima, la experiencia religiosa. En el ámbito
religioso lo importante, por tanto, para salvarme, no es lo que yo haga, sino
lo que yo sienta, es decir, mi subjetividad es el fundamento y la manifestación
de la propia salvación.
Esta conclusión nos lleva a pensar en
las diferencias que existen entre catolicismo y luteranismo. Como suele ocurrir
con el correr del tiempo y el consiguiente aplacamiento de las pasiones, hoy se
está llegando a convergencias entre ambas confesiones muy importantes y
significativas, entre las principales, precisamente, la doctrina de la
justificación. Aparte pequeños matices, ambas Iglesias ya coinciden teóricamente
sobre el tema en su concreción personal.
El quinto centenario
de la Reforma Protestante, cuya efeméride estamos en este año celebrando, de
seguro que va a contribuir al acercamiento entre ambas confesiones. De hecho,
manifestaciones sobre plausibles acuerdos entre católicos y luteranos en este
encuentro ya no faltan. El núcleo de la teología luterana, que gira en torno a
los cinco famosos “solos”: Sola scriptura (“solo por medio de la Escritura”); Sola fide (“Solo por la fe Dios salva”);
Sola gratia (“solo por la gracia”); Solus Christus (“solo Cristo” o “solo a través de Cristo”); Soli Deo gloria (“solo para Dios la
gloria”), dan pie y materia para un largo y esperanzador diálogo en nuestros
días entre ambas confesiones.